domingo, 7 de octubre de 2012

Ensayo sobre una nueva Teoría Constitucional


Teniendo inequívocamente como cierto que el sistema de gobierno menos malo es la democracia. La democracia liberal es el peor de los posibles regímenes, si exceptuamos todos los demás. (Winston Churchill). Hacemos nuestro este pensamiento y nos permitimos reflexionar al respecto del funcionamiento del actual sistema democrático más generalizado del mundo y del que goza nuestro propio país.
Así pues, para concluir algo que tenga sentido y razón de ser, es preciso, primero, desgranar al propio sistema de la forma más clara, pero al mismo tiempo, de la forma más sucinta posible, pues en un post no es posible extenderse más allá de lo estrictamente razonable.

Atendiendo a la realidad democrática de nuestros días podemos decir sin miedo a equivocarnos, que la forma democrática más pura y correcta es aquella que se ha dado a denominar democracia directa, ya que es la que consiste en que el propio elector vote directamente en todas aquellas cuestiones que le afecten. Mientras que la democracia representativa o indirecta, la actual, es aquella por la que un elector elige a sus representantes con el fin de que sean ellos los que tomen la última decisión sobre una cuestión que les afecte.

Dado el número de habitantes y la complejidad de las sociedades actuales, se hace imposible, salvo en municipios menores con menos de cien habitantes, el sistema de democracia directa pues, como resulta obvio no es posible que 45 millones de habitantes voten cada vez que se hace una ley o norma, ya que éstas son creadas a diario a cientos.

Llegados a este punto, no queda otro remedio que concluir, que si bien, no es lo mejor, sí que es la menos mala la democracia representativa. Pero una vez aclarado este precepto debemos decidir cómo ha de ser esa representación. Actualmente los representantes de un país se eligen por sufragio universal, en España concretamente por Sufragio Universal, Libre, Igual, Directo y Secreto. Lo cual parece ser lo más justo, ¿pero acaso es lo más correcto?

Bien, analicemos esta cuestión. Nuestros Parlamentarios, actualmente, son elegidos de una lista de personas puestas por un determinado partido político. Estas personas pueden ser inteligentes o no, cultas o no, unos dechados de moralidad o no, en general serán lo que sean, en España hay representantes del pueblo que son auténticos filoterroristas, pero están puestos por partidos políticos que tienen intereses sesgados con respecto a los verdaderos intereses de la sociedad y que a su vez han sido elegidos por esa sociedad que en muchas ocasiones no sabe qué es lo que realmente vota.

Si bien es cierto que para elegir democráticamente al Poder Ejecutivo parece la forma más correcta es muy posible que no sea la mejor para el Poder Legislativo, pues si el Ejecutivo es quien elabora las leyes y el Legislativo es quién las aprueba, difícilmente puede tener lógica, si aceptamos la separación de poderes como cierta, que los que obtengan mayoría en unas elecciones y por tanto gobiernen el país sean los mismos que tienen mayoría, y por tanto deciden qué se aprueba en el Parlamento y qué no. Por tanto no deberían ser los mismos los que aprueban en el Poder Legislativo las Leyes hechas por el Poder Ejecutivo cuando éstos son los mismos. Es más, para mayor perversión democrática se trata de los mismos que eligen, en España, al Consejo General del Poder Judicial máximo órgano de la justicia en nuestro país.

Así, pues, concluimos, que si bien es cierto que el único sistema de gobierno razonable de un Estado es la democracia indirecta no es menos cierto que el sistema actual basado en la pseudo-separación de Poderes y en la democracia de partidos, más comúnmente conocida como partitocracia, no es la más eficaz ni justa ni mucho menos democrática.

Estando de acuerdo enteramente con esta conclusión nos atrevemos a formular las siguientes posibles soluciones al problema planteado por la partitocracia.
Primero: Mantenimiento del actual sistema de elección del Poder Ejecutivo.

Segundo: Mantenimiento del actual sistema de elección del Poder Judicial.

Tercero: Eliminación del actual sistema de elección del Poder Legislativo cambiándolo por uno más justo y certero. Con estas premisas se mantiene la idoneidad de no elegir por ningún tipo de sufragio a los Parlamentarios sino por sistema de elección del mejor y más cualificado para atender y entender las necesidades de la nación.

Llegados a este punto nos surge la importante cuestión de cómo elegir a los mejores de una sociedad. ¿Qué criterios sean de seguir para decidir quién es mejor y quién está más cualificado? Parece que la respuesta evidente es que mediante un sistema de designación cuyos principios estén basados en la igualdad, mérito y capacidad, o lo que es lo es lo mismo, de la misma forma en que se selecciona a un funcionario de carrera.

Para ello sería menester idear un sistema de test en función de la moral, la tradición, etc. del país y con arreglo a los objetivos que éste persiga en cada momento, variables indiscutiblemente a lo largo de su existencia y claramente cambiantes en función de las necesidades del Estado, que fuesen capaces de localizar a los más capacitados para semejante responsabilidad. Básicamente se trataría de test psicotécnicos capaces de medir el CI, la capacidad para desarrollar las funciones encomendadas, capacidad de soportar la presión y de mantener la independencia, falta de prejuicios, etc. Test culturales que seleccionen no solo al más culto sino al más hábil e inteligente. Etc.

De este modo desaparecería la partitocracia en el Poder Legislativo y tendríamos a los mejores en cada momento votando en las Cortes a favor o en contra de unas leyes que no siempre favorecen al ciudadano o al país. Estos votarían en función de su conciencia, como debe ser, y no a razón de unas consignas previamente dadas desde cada partido político.

Se propone para este modelo de Estado la realización de pruebas selectivas, entre los nacionales de nacimiento, aproximadamente cada década, pues no parece necesario hacerlo cada menos tiempo ni prudente cada más.

El Congreso de los Diputados sería eliminado y quedaría el Senado por tener un valor histórico mayor, si bien es posible hacerlo a la inversa. La composición de la Cámara debería ser en una parte proporcional al número de habitantes de la nación, entre cuatrocientos y seiscientos sería lo ideal, incluso llegando a los mil, pues la representación al ser mayor y más independiente del resto de Poderes haría que las decisiones y leyes, aprobadas en la Cámara, las más justa y apropiadas en cada momento para el país, sin el miedo de que un iletrado con dos dedos de frente pudiese votar algo con el fin de beneficiarse así mismo o con el fin de favorecer a un partido político determinado que mira más por su reelección que por el bien del Estado.

 En definitiva, con este modelo sería posible la certera separación de poderes y la aprobación más justa de las leyes, pues el Poder Legislativo no estaría atado a ningún interés político, sino a su propia conciencia, la cual, es de prever, será la más razonable, pues, quién vota no es el hombre simpático votado por el pueblo, ese será el Presidente del Gobierno, sino una persona culta, razonable e inteligente con capacidad para discernir en cada momento qué es mejor para el país y su habitantes.