domingo, 28 de octubre de 2012

Derecho, Poder y Estado.


Para poder hablar con coherencia de este asunto es preciso diseccionar cada una de estas premisas o sistemas.
1. El Derecho. Como definición, es un sistema que realiza un labor de ingeniería social con el objeto de lograr que la sociedad tanto individualmente como colectivamente lleven a cabo un comportamiento determinado, esto es, el Derecho busca la justicia como principio fundamental y para ello educa a la sociedad, ya sea por la buenas (acatando el individuo sus normativas) como por las malas (obligando al individuo de forma coercitiva si es preciso). El objetivo es que el individuo actúe y piense de un determinado modo con el que, en un principio, está de acuerdo la mayoría de la sociedad del lugar donde se aplica ese Derecho. Una de las funciones predominantes del derecho es la del control social y eso es consustancial a todos los Estados del mundo ya sean de un tipo o de otro.

Dicho así y desde esta perspectiva podría parecer que el Derecho no es ni más ni menos que un instrumento para adoctrinar a la sociedad de una determinada manera con el fin de lograr una población de perfectos robots. Desde mi perspectiva, no hay duda que algo de eso existe, pero no es menos cierto que en un Estado de Derecho se ha de optar siempre por el camino que elige la mayoría y siempre que otras opciones no pongan en peligro la dirección de ese camino, se ha de permitir que se realicen, pero si una alternativa es contraria a Derecho, es decir a la mayoría, se hace preciso impedirlo por todos los medios pues de lo contrario se correría el riesgo de terminar en una autarquía.  Para evitar esto está el poder “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” art. 1.2 CE. Y precisamente son los poderes del Estado, elegidos por la mayoría del pueblo, quienes realizan ese derecho, lo ejecutan y velan por su cumplimiento. Es indiscutible que el Derecho, para lograr sus objetivos, necesita de una fuerza real, en este caso el poder.

2. El poder. Si bien la última afirmación es cierta, no es menos cierto que el poder también precisa del Derecho, pues sin él, no sería poder legítimo. Es complicado analizar la relación existente entre Derecho y poder, pues si bien es cierto que hoy en día, en un Estado Democrático de Derecho, la relación es más clara, pues “Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.” Art.9.1 CE, por no hablar del 9.3 y del CC, etc., que obligan al poder a estar dentro del Derecho. Ya a mediados del siglo XVIII afirmó Rousseau “Cuando el Derecho se presenta como un simple producto del poder y la fuerza, no podrá alcanzar el objetivo fundamental de hacer nacer en los miembros de la comunidad, la idea y el sentimiento de estar obligados a obedecer sus normas. No será pues, verdadero Derecho”. Es obvio que la necesidad que tiene el Derecho de la existencia del poder es equiparable a la necesidad que tiene el poder a la existencia del Derecho, uno complementa al otro y si esto no es así, como dijo Rousseau, no existe verdadero Derecho y puesto que el Derecho persigue la justicia como ideal, no habría tampoco ésta.

3. Estado. ¿Y qué pinta el Estado en todo esto? Cronológicamente hablando el Estado es el último en aparecer, pues su existencia como tal data de los siglos XIV y XV. Cuando los individuos comenzaron a agruparse lo primero que apareció fue el Derecho (Derecho consuetudinario) por el que se aplicaban al grupo una serie de normas no escritas por las que se guiaban la mayoría de los individuos desde hacía tiempo, esto es la costumbre. Cuando los grupos sociales crecieron apareció inevitablemente el poder, pues, se hizo preciso la presencia de alguien a quien el grupo respetase para dirimir los conflictos intersubjetivos que afloraban al no estar claramente delimitado los derechos de unos y de otros. Como dijo Aristóteles “El ser humano es un ser social por naturaleza”, venía a sintetizar esta frase al afirmar que el hombre que no vive en sociedad es o una bestia o un dios. Puesto que el ser humano es un ser social que habita en la polis, es como consecuencia un animal político, como afirmó también Aristóteles “El hombre es un animal político” y como consecuencia de todo ello es por lo que se hace preciso en un principio crear el poder capaz de dirigir los designios del Derecho en la polis o pueblos y posteriormente, al hacerse los pueblos extremadamente grandes y complejos a la hora de ser dirigidos, los Estados, pues se hizo imprescindible la maquinaria administrativa para poder llevar a cabo las funciones que el poder tenía encomendado por el Derecho y hacer cumplir al ciudadano las funciones que el Derecho le imponía. Hoy en día es el Estado el que da validez jurídica a toda la normatividad social.

Para concluir, podemos afirmar que tanto Derecho como poder como Estado, se necesitan y se complementan los unos a los otros. Para que estos tres elementos sean justos y eficaces, han de conferirse en un equilibrio de igualdades, pues de lo contrario se decantaría la balanza a favor, generalmente, del poder, lo que decantaría al Estado en una autocracia. Para evitar que esto suceda e igualar los pesos en la balanza, se hace imprescindible sumar a estos elementos de Derecho, poder y Estado, el sistema denominado Democracia, la cual armoniza y garantiza la justicia, el poder legítimo y al propio Estado como nación unificadora y garantizadora de derechos y libertades pero también de obligaciones. De ahí lo de que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho…” art. 1.1 CE.