viernes, 1 de mayo de 2015

¿Qué es ser liberal?


Después de largo tiempo sin asomarme a este balcón de libertad, retomo a los buenos hábitos, y vuelvo a escribir en él. Y digo en él porque, como es obvio, el mundo de la literatura ni lo he dejado ni lo dejaré, de hecho “Réquiem por un misterio” está en los hornos de la editorial y en breve estará a disposición del público.

Pero vayamos al grano que es lo que interesa. En estos tiempos convulsos, políticamente hablando, parece que se hace preciso hablar más de políticos y política con mayúsculas, que de Derecho, y a ello voy.

            Conservadores, socialdemócratas, comunistas, ácratas, democristianos… infinidad de tendencias y todas erróneas, bajo mi prisma. Yo creo en el liberalismo, eso sí, con matices, como decía Aristóteles en “Acerca del alma” la perfección no está en los extremos, sino en el medio (lo digo de memoria, por lo que puede no ser exacto) y por tanto, el liberalismo y la democracia liberal sin radicalismos, para mí, es el sistema político menos malo, como afirmó Churchill. ¿Y qué entiendo yo por liberalismo? El liberalismo para mí y la inmensa mayoría de liberales, no es más que una corriente ideológica, política y, por supuesto, económica que trata de promover las libertades del individuo y evita cualquier forma de autocracia.
             Los tres ejes en los que bascula son, la división de poderes, la participación ciudadana y el Estado de derecho, y desde mi perspectiva queda completado con el Estado social, lo que nos daría un “Estado social y democrático de Derecho” como anuncia nuestra Constitución en su art. 1.1.

Creemos firmemente en el desarrollo de las Libertades Individuales para lograr un eficaz progreso de toda la sociedad. Creemos en la igualdad en la Ley y ante la Ley, apostamos por una igualdad no solo formal sino también material. Y sobre todo y ante todo, creemos que el Estado, la administración, no puede estar para dirigir la vida de las personas, sino para controlar y asegurar que la ley y la justicia se cumplen, punto, nada más. Ha de ser el individuo como ser único y autónomo el que por sí mismo decida qué es mejor para su vida. Si decide que lo mejor para él es ser científico, así debe ser si se lo gana y lo consigue por méritos propios, si cree que es más feliz siendo deportista, igualmente deberá luchar para lograr su objetivo, pero si por el contrario decido que su felicidad está en pasar el día tumbado en el sofá bebiendo cerveza y viendo fútbol, el Estado jamás podrá ni deberá recriminarle tal actitud, pues esa es su decisión y su vida. La administración no puede tratar de adoctrinar al ciudadano, pero sí debe motivarle y ahí es donde entra el Estado Social, fomentando aquello que la mayoría pensamos que es más saludable para la sociedad, nada más. Dar ayudas y pequeños empujones que sirvan para que la gente logre unos objetivos que parecen más que óptimos, no solo para él como individuo, sino también para el resto de la sociedad. Lo que en ningún caso creemos, es que debamos mantener y de esta forma, fomentar la desidia y la no excelencia, hay que buscar lo mejor de cada uno de los individuos y para ello es preciso que éstos se esfuercen, porque lo mejor no está en la superficie, lo mejor está en lo más profundo de nuestro ser.