Hoy quiero plantear una pequeña reflexión respecto del Estado garantista
que todos nos hemos dado.
¿De verdad es bueno que nuestro sistema judicial sea tan laxo, tan
garantista, tan permisivo con el delincuente? Yo creo en un Estado social,
democrático y de Derecho, como no puede ser de otro modo, creo en la igualdad
en y ante la Ley, creo en la seguridad jurídica y en las garantías judiciales.
Pero sinceramente hay determinadas cosas que no me terminan de encajar muy bien
en esta democracia nuestra, porque se puede y se debe ser bueno, pero si te
pasas de buenista corres el riesgo de llegar a ser tomado por tonto y por tanto
ser burlado. Para concretar a lo que me refiero, lo mejor es poner un ejemplo,
hay cientos, pero de los más recientes serían el de ayer mismo en Bruselas
donde un grupo de manifestantes, entre los que se encontraban al menos cuatro
miembros de Podemos, fueron detenidos tras protagonizar una sentada, en señal
de protesta, en las inmediaciones del edificio donde se celebraba una cumbre de
Jefes de Estado y de Gobierno europeos. A las pocas horas fueron liberados sin
cargos. Habrá quien diga: “Pues tampoco es tan grave sentarse en la calle en
protesta por esto o lo otro” y efectivamente no lo es, la cuestión es si la
manifestación estaba o no autorizada y si lo estaba si esta estaba permitida en
aquella zona en la que se hallaban. Lo más probable es que no, y por ello se les
detuvo.
Se hace preciso recordar, y en Bélgica me figuro que tendrán alguna
parecida por no decir igual, que la Ley Orgánica 9\1983, de 15 de julio,
reguladora del derecho de reunión, recientemente revisada, indica en su
Capítulo I, artículo I apartado 2. A los
efectos de la presente Ley, se entiende por reunión la concurrencia concertada
y temporal de más de 20 personas, con finalidad determinada.
Como es natural, estas reuniones han de ser informadas y autorizadas por la
autoridad competente.
También ayer, vulnerando los más elementales principios de la decencia
democrática, Artur Mas acudió seguido por una turbamulta, desde luego superior
a 20 personas, al TSJC para declarar por la consulta ilegal del 9N. Se trataba
de una congregación de personas con varios objetivos claros, el más grave e intolerable
de todos, amedrentar a los Magistrados para que sus sentencias se vean
afectadas a favor del sedicioso. Y ante semejante espectáculo bochornoso ¿qué
hicieron las fuerzas y cuerpos de seguridad? Nada de nada. Debían haber
disuelto dicha reunión ilícita, pues no estaba autorizada y se debía haber
detenido a los que posteriormente montasen follón, que de seguro alguno lo
haría porque lo llevan en su genética marxista, antisistema, intolerante,
racista, etc.
Pero en España, dependiendo desde donde venga el agravio, esas cosas se
toleran una y otra vez, vulnerando las leyes y convirtiendo a esta
seudodemocracia en un Estado social, sí, pero no de Derecho, pues el Derecho no
impera siempre por igual y en muchas ocasiones no se hace cumplir como cabría
esperar. Aún así y todo, se nos llena la boca, especialmente a estos indecentes
de Junts pel Sí y de la CUP, de la palabra democracia. Para la supina
ignorancia de estos individuos les diré que ya para atenienses y romanos la Ley
se debía cumplir porque era la manifestación de una voluntad ciudadana
expresada directa y libremente en la Asamblea popular. Hoy en día es lo mismo,
salvo que quienes aprueban esas leyes son las personas elegidas
democráticamente en unas elecciones periódicas, puesto que nuestra democracia
no es directa, sería del todo imposible físicamente por el número de habitantes,
sino representativa. Las leyes no se pueden cambiar a golpe de manifestación o
concentración de más o menos personas, no se pueden incumplir porque se
considere que no nos gusta o que no se esté de acuerdo con ellas. Las leyes se
han de derogar, modificar o crear en el Parlamento, pero el Parlamento
competente, no el que yo considere oportuno, porque de lo contrario, cualquier
día algún lumbreras constituye en Asamblea su comunidad de vecinos y deciden
entre ellos, sin contar con el resto de ciudadanos, que ellos son la república
independiente de “Aquí no hay quien viva” y que no quieren volver a pagar
impuestos al Ayuntamiento de turno.
Para concluir, permítaseme traer a colación las palabras de Pindaro:
“La Ley reina sobre todos los seres, lo mismo sobre los mortales que sobre
los inmortales.”
Semejante aseveración es digna de analizar, pues afirma que, ya en aquel
entonces, nadie podía situarse por encima de la Ley, ni siquiera los dioses a
los que tanto veneraban.
A ver si en este país tomamos nota de una vez por todas e impedimos, desde
el respeto a la Ley, que se incumpla ésta, tal y como hacen en otros lugares
como Bruselas.