viernes, 16 de octubre de 2015

Un Estado demasiado garantista

Hoy quiero plantear una pequeña reflexión respecto del Estado garantista que todos nos hemos dado.
¿De verdad es bueno que nuestro sistema judicial sea tan laxo, tan garantista, tan permisivo con el delincuente? Yo creo en un Estado social, democrático y de Derecho, como no puede ser de otro modo, creo en la igualdad en y ante la Ley, creo en la seguridad jurídica y en las garantías judiciales. Pero sinceramente hay determinadas cosas que no me terminan de encajar muy bien en esta democracia nuestra, porque se puede y se debe ser bueno, pero si te pasas de buenista corres el riesgo de llegar a ser tomado por tonto y por tanto ser burlado. Para concretar a lo que me refiero, lo mejor es poner un ejemplo, hay cientos, pero de los más recientes serían el de ayer mismo en Bruselas donde un grupo de manifestantes, entre los que se encontraban al menos cuatro miembros de Podemos, fueron detenidos tras protagonizar una sentada, en señal de protesta, en las inmediaciones del edificio donde se celebraba una cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno europeos. A las pocas horas fueron liberados sin cargos. Habrá quien diga: “Pues tampoco es tan grave sentarse en la calle en protesta por esto o lo otro” y efectivamente no lo es, la cuestión es si la manifestación estaba o no autorizada y si lo estaba si esta estaba permitida en aquella zona en la que se hallaban. Lo más probable es que no, y por ello se les detuvo.
Se hace preciso recordar, y en Bélgica me figuro que tendrán alguna parecida por no decir igual, que la Ley Orgánica 9\1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión, recientemente revisada, indica en su Capítulo I, artículo I apartado 2. A los efectos de la presente Ley, se entiende por reunión la concurrencia concertada y temporal de más de 20 personas, con finalidad determinada.
Como es natural, estas reuniones han de ser informadas y autorizadas por la autoridad competente.
También ayer, vulnerando los más elementales principios de la decencia democrática, Artur Mas acudió seguido por una turbamulta, desde luego superior a 20 personas, al TSJC para declarar por la consulta ilegal del 9N. Se trataba de una congregación de personas con varios objetivos claros, el más grave e intolerable de todos, amedrentar a los Magistrados para que sus sentencias se vean afectadas a favor del sedicioso. Y ante semejante espectáculo bochornoso ¿qué hicieron las fuerzas y cuerpos de seguridad? Nada de nada. Debían haber disuelto dicha reunión ilícita, pues no estaba autorizada y se debía haber detenido a los que posteriormente montasen follón, que de seguro alguno lo haría porque lo llevan en su genética marxista, antisistema, intolerante, racista, etc.
Pero en España, dependiendo desde donde venga el agravio, esas cosas se toleran una y otra vez, vulnerando las leyes y convirtiendo a esta seudodemocracia en un Estado social, sí, pero no de Derecho, pues el Derecho no impera siempre por igual y en muchas ocasiones no se hace cumplir como cabría esperar. Aún así y todo, se nos llena la boca, especialmente a estos indecentes de Junts pel Sí y de la CUP, de la palabra democracia. Para la supina ignorancia de estos individuos les diré que ya para atenienses y romanos la Ley se debía cumplir porque era la manifestación de una voluntad ciudadana expresada directa y libremente en la Asamblea popular. Hoy en día es lo mismo, salvo que quienes aprueban esas leyes son las personas elegidas democráticamente en unas elecciones periódicas, puesto que nuestra democracia no es directa, sería del todo imposible físicamente por el número de habitantes, sino representativa. Las leyes no se pueden cambiar a golpe de manifestación o concentración de más o menos personas, no se pueden incumplir porque se considere que no nos gusta o que no se esté de acuerdo con ellas. Las leyes se han de derogar, modificar o crear en el Parlamento, pero el Parlamento competente, no el que yo considere oportuno, porque de lo contrario, cualquier día algún lumbreras constituye en Asamblea su comunidad de vecinos y deciden entre ellos, sin contar con el resto de ciudadanos, que ellos son la república independiente de “Aquí no hay quien viva” y que no quieren volver a pagar impuestos al Ayuntamiento de turno.
Para concluir, permítaseme traer a colación las palabras de Pindaro:
“La Ley reina sobre todos los seres, lo mismo sobre los mortales que sobre los inmortales.”
Semejante aseveración es digna de analizar, pues afirma que, ya en aquel entonces, nadie podía situarse por encima de la Ley, ni siquiera los dioses a los que tanto veneraban.
A ver si en este país tomamos nota de una vez por todas e impedimos, desde el respeto a la Ley, que se incumpla ésta, tal y como hacen en otros lugares como Bruselas.