Allá
por el siglo IV a.C, un tal Aristóteles hizo un planteamiento sobre las formas
de gobierno que podían existir, así unas eran formas buenas mientras las otras
eran malas. En las primeras el poder trataría de buscar el bien común de todos
los ciudadanos, mientras que las segundas tan solo el bien propio de los que en
ese instante ostentasen el poder. Según Aristóteles las buenas se llamarían monarquía,
aristocracia y democracia, sus opuestas, es decir aquellas en las que el poder
buscaría tan solo su propio beneficio, serían tiranía, oligarquía y demagogia.
Para
Aristóteles tanto la monarquía como la tiranía, sería el gobierno de uno sobre
el resto, la aristocracia y la oligarquía el de varios sobre el pueblo y
finalmente la democracia y la demagogia el gobierno de los ciudadanos sobre sí
mismos. En el primer caso el monarca gobernaría tratando de buscar el bien
común de sus ciudadanos, mientras que el tirano, buscaría tan solo su bienestar a costa de sus súbditos.
En el segundo caso, la aristocracia (del griego, gobierno de los mejores) sería
un colegio de los más preparados de la sociedad que gobernaría con sabiduría y
con el objetivo del bien común, mientras que la oligarquía, sería un grupo
colegiado que tan solo buscaría su beneficio o interés y no el del pueblo. En
el tercer y último caso, la democracia sería el gobierno del pueblo, como
indica su etimología, que se haría con el objeto de buscar el bien de todos los
ciudadanos, mientras que la demagogia, sería básicamente aquella en la que los
demagogos convencerían al pueblo de votar o aceptar aquellos planteamientos
sobre determinados actos en los que podría parecer que se busca el bien común
pero que en realidad el objetivo es otro muy distinto.
Pues
bien, en Europa, y una vez desaparecida la República romana, se trata de buscar
la democracia desde el instante en el que se rescató del Código Justiniano,
allá por el siglo XII, aquella frase famosa que dice: Quod omnes tangit ab omnibus approbari debet
(lo que a todos toca, todos deben aprobarlo) y desde entonces hasta ahora,
parece que continuamos buscando dicha democracia. Y digo parece porque
efectivamente lo que a lo largo de los siglos se ha ido imponiendo, han sido
aquellas formas de gobierno malas de las que hablaba Aristóteles y más aún, si
cabe, hoy en día. No existen ya monarquías propiamente dichas, existen
tiranías, y muchas por cierto. No existen colegios de aristócratas que busquen
el bien común, lo que hay son oligarcas que acceden al poder generalmente por
la fuerza militar y que terminan convirtiendo a un individuo en tirano. Existe
otro tipo de oligarquía que es la económica y empresarial, pero de esa no toca
hablar hoy. Y por último ¿democracia o demagogia? Es posible que en algún
rincón del mundo exista una verdadera democracia, pero en líneas generales lo
que hay es demagogia, mucha demagogia. Busquemos donde busquemos, y no digamos
ya en nuestro propio país, el político de turno disfrazado de demócrata, trata
de vender al pueblo, y de hecho lo consigue, los parabienes de sus ideas por
muy descabelladas que estas puedan ser. Sin ir más lejos tenemos los asombrosos
casos de Artur Mas, Pablo Iglesias o el mismo Zapatero, entre un sinfín de
ejemplos más, que en 7 años, este último, logró hundir una de las economías más prosperas del
planeta. Cuando la gente lo votaba todos estaban convencidos que se trataba del
Mesías, del vendedor que tiene la auténtica fórmula del crecepelo, sin embargo
hoy, después de 4 años de su afortunada retirada, muy pocos o ninguno se
acuerda, ni quieren, del bueno de ZP el iluminado. Es más, aquellos que
rondaban las tertulias y daban palmas con las orejas contando a todo aquel que
lo quisiera escuchar la obra y milagros del de la ceja, hoy en día reniegan de
él como San Pedro de Jesús, con la diferencia de que los defensores zapateriles
ahora le sacan la piel a tiras, no solo lo niegan sino que lo escarnecen, cosa
que por otro lado tiene bien ganado, aunque sea ya muy tarde. De los otros dos personajes ya ni hablemos, porque desde luego no tienen desperdicio y sus votantes no digamos ya. Alguno he oído que afirma "No, yo tengo carrera, no soy idiota" Queridos míos, una cosa es la cultura, que estaría por ver el nivel de ésta por muchas carreras que se quiera tener, y otra bien distinta es la inteligencia. La primera se adquiere estudiando, la segunda se tiene o no se tiene.
Concretando
y para finalizar, este es el resultado de tener tanto vendemotos y tanto
comprador de cualquier artilugio que te vende el primero que pasa por la puerta
de tu casa. Este es el resultado, como digo, de una sociedad que se cree muy avanzada e
inteligente, pero que en el fondo es más primitiva y no digamos estulta, que la
ateniense de Pericles o la romana de Cicerón. Esto es en definitiva lo que
elegimos que queremos, césares que nos gobiernen a su antojo y que manipulen
todo aquello que se les antoje con el beneplácito de la afición.