viernes, 23 de octubre de 2015

De economía

Adam Smith
Llevamos ya unos cuantos años, desde que ZP dejó el país como unos zorros, en el que se escucha a la gente, de distinto signo político nivel cultural y social, repetir como un mantra, que España es el país de Europa donde más impuestos se paga y donde menos y peores servicios sociales se tiene. Es evidente que se trata de la tan arraigada costumbre española de decir que lo nuestro es lo peor y lo de los demás lo mejor. Creo que es preciso reconocer que las cosas se podrían y deberían hacer mejor, de tal modo que se lograse una mayor eficiencia. Se es eficiente cuando se están usando los recursos de tal forma que se agotan todas las oportunidades que existen para mejorar a cualquier individuo. Resulta obvio que desde esta lectura, ninguna sociedad mundial ha logrado la eficiencia plena y mucho menos la nuestra. Ahora bien, no es menos obvio que tampoco España es la peor de las peores ni de Europa y ni mucho menos del mundo.
Pero entremos un poquito a profundizar en el verdadero problema. ¿Cuál es la causa que hace que los españoles tengan ese sentimiento, a demás de que nos frían a impuestos? Pues muy posiblemente la falta de conciencia ciudadana de que todo en esta vida cuesta dinero. Si queremos que todos los españoles, y cuando digo todos me refiero a todos, tengan un salario, como proponen algunos dirigentes políticos de nuestro tiempo, eso cuesta dinero, no es gratis. Si queremos energías renovables, eso cuesta dinero, tampoco es gratis ni mucho menos. Si queremos un estado social de máximos, tampoco es gratis, hay que pagarlo y muy caro. Y todo eso se saca únicamente de los impuestos de los ciudadanos, especialmente de aquellos que cuentan con una nómina. Es muy fácil entender que no es lo mismo pagar todos esos impuestos con 16 millones de nóminas que con 20, cuando se tiene una población de 46 millones de habitantes. Por ahí viene buena parte del problema.

Otro de las grandes cuestiones son las políticas socialista, tampoco se puede esperar mucho de un hombre que afirma haber aprendido economía en dos tardes, caso de Zapatero. Aunque en ese partido tienden a hacer económicamente cosas muy raras a pesar de tener supuestos economistas como lo es Pedro Sánchez (Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad Complutense de Madrid, licenciándose en 1995. Realizó un máster en Política Económica de la UE por la Universidad Libre de Bruselas), pero que no han ejercido como tales en su vida. Les gusta hablar de subidas de impuestos como Impuesto de Sucesiones, Impuestos de Sociedades… y tienden a ir hacia una economía dirigida en vez de a una economía de mercado que es el único modo de lograr esa eficiencia de la que hablaba anteriormente, como se ha demostrado, por otro lado, en repetidas ocasiones y en multitud de países. Solo existe un modo de acercarse a lo que económicamente se denomina eficiencia, no confundir con eficacia (eficacia es cuando logro mi objetivo, eficiencia es cuando además lo hago con el mayor beneficio posible sin perjudicar a nadie), y esta se da con un Estado austero y con bajada de impuestos. Lo de la austeridad a muchos no les gusta, pero se hace preciso, porque cuando no se es así, se termina regalando el dinero, como hizo Zapatero, para causas perdidas en los confines del mundo. El dinero es un bien escaso, y es precisamente de lo que va todo esto, como dicen Krugman, Wells y Graddy en Fundamentos de Economía: “Los recursos son escasos –no hay disponibles cantidades suficientes de recursos para satisfacer todas las formas en que la sociedad desea utilizarlos” y por tanto y como consecuencia de ello, se hace preciso emplearlos en aquello que lleve hacia la prosperidad a dicha sociedad. En el caso del dinero, en lugar de entregarlo a la asociación de Gays y lesbianas de Pernambuco, por ejemplo, quizá hubiese sido más acertado dárselo a una ONG nacional para paliar las necesidades de los más desfavorecidos de nuestra sociedad.


Por último, se hace preciso comprender uno de los mayores problemas con los que se enfrenta nuestro país a la hora de hacer una bajada clara de impuestos o una mejora de los servicios sociales. Éste no es otro que el gran problema del paro que tiene nuestra sociedad ya que estamos hablando de más del 21%, (si bien es cierto que el dinero “B” fluye con alegría por todos los rincones de nuestra geografía, ya que de lo contrario la masa social más afectada, parados, habría salido a la calle en pie de guerra hace tiempo, como es natural). Las razones por las que es un problema todos las conocemos ya. Menos cotizantes, menos recaudación en impuestos directos e indirectos, menos consumo, más gastos en prestaciones… ¿Pero cómo se soluciona esto? pues la respuesta nos la dio, en 1776, Adam Smith en La riqueza de las naciones. El gran economista dio paso al concepto de la economía como ciencia, dejando las bases puestas para lo que hoy se conoce como liberalismo económico. Entre otras muchas cosas, Adam Smith, nos habla de la especialización. La especialización lleva a una sociedad a ser capaz de logar la eficiencia, no es posible aquí explicar a qué se refería Smith con especialización, pero baste decir que ésta es lo contrario a la autosuficiencia, o más concretamente y usando el refranero castellano, que: “quien mucho abarca poco aprieta”. Y es de ahí de donde viene uno de nuestros principales problemas productivos, de un lado la falta de especialización y de otro, los que sí que se especializan en algo, los que terminan, en muchos casos, trabajando de algo que no tiene nada que ver con sus estudios o conocimientos. Es precisamente en este punto donde la administración sí tiene la culpa, o mejor dicho, es la gran culpable, pues, fracasa una y otra vez. No es capaz de dar una educación especializada a los jóvenes encaminada a la demanda de las empresas y tampoco logra que los sectores más desfavorecidos y capaces de generar empleo funcionen como es debido, como por ejemplo aquellas que se dedican al i+d+i. El Estado nunca ha de generar la riqueza de un país, lo tienen que hacer las personas y las empresas privadas, pero sí que puede, y de hecho debe, beneficiar económicamente a aquellas industrias necesarias que no logran despegar, por decirlo así. Ahí es donde patina nuestra económica, en dar ayudas insuficientes a quien realmente las necesita o, peor aún, dándoselas a los que no las necesitan como a la industria del cine que no aportan mucho que digamos a nuestra sociedad y si lo hace es a una minoría. No se puede repartir los recursos para ganar o no perder votos electorales, se deben repartir con el único objetivo de mejorar el país y lograr acercarnos lo máximo posible a la deseada eficiencia. Se trata tan solo de sentarse a pensar un rato en qué es mejor para mi país y mis conciudadanos y no en qué es mejor para perpetuarme en el poder o llegar a él.