Quince días antes
de la proclamación de la Pepa,
se llevó a cabo el primer sorteo de la Lotería Nacional (4 de mayo de 1812).
Fue promovida por Ciriaco González Carvajal para financiar los gastos de la
guerra, en vista del éxito que la rifa de todo tipo de objetos estaba teniendo
en Cádiz durante el sitio de la ciudad.
La Pepa. La
Constitución de Cádiz: 1812 – 2012 (Mapfre-TF Editores)
Es ahora, cuando se
cumplen doscientos años de la proclamación de la insigne Constitución de la
Pepa; la primera de España, la segunda de Europa y la tercera del mundo; cuando
una ligera, ingenua y simple mirada retrospectiva me hace ver que, todo,
absolutamente todo, continúa igual en nuestro desastroso país. Empero no es ni
mucho menos de esto de lo que quiero hablar hoy, pues, ya lo hice profunda y
profusamente en otro artículo escrito hace ya algún tiempo, aunque no en este
blog sino en el de “De política y otras cosas” ya fenecido hará cosa de uno o
dos años. Es por ello, que ahora, traigo aquí un párrafo memorable del inmortal
Ortega, perdóneseme mi debilidad hacia determinados personajes del pasado, para
mí resulta algo inevitable. Con el fin de poner en antecedentes al amable
lector, o quizás, más bien, a mí triste y perentoria memoria, aunque
seguramente sea más preciso, pienso, hablar de sucinta… sí, sucinta memoria la
mía:
Si ahora tornamos
los ojos a la realidad española, fácilmente descubriremos en ella un atroz
paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad. Por una
extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el
pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando
menos, está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por
alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que
se pone al servicio de los instintos multitudinarios.
(1921, José Ortega y
Gasset “España invertebrada”)
Obviamente la
dificultad para ver con perspectiva una situación concreta en un periodo
determinado más allá de las propias fronteras territoriales que marcan los
límites de lo que podríamos denominar nuestra residencia habitual, generalmente
el de la propia patria de uno, se hace más que patente, exactamente supina. Es
ahora, y solo ahora, cuando esa dificultad cede irremediablemente ante el
empequeñecimiento del planeta tierra gracias a las nuevas tecnologías, a la
gran cantidad de información accesible desde cualquier parte del mundo y sobre
todo y ante todo, gracias a internet. Esa dificultad, como digo, mengua
sensiblemente, si exceptuamos aquellos lugares, países o regiones donde la
oligarquía dominante impone su dictadura de medios y sesga cruelmente la
información, cuando no la cercena directamente o la suprime dependiendo de la
noticia de que se trate. Un ejemplo claro de esto sería Egipto, Venezuela o
incluso la propia Cataluña, donde la pusilanimidad de miras es tan exacerbada
que no alcanza más allá de la línea divisoria delimitada por el resto del
territorio nacional, no digamos más allá.
Pero, no, insisto
decididamente, no quiero hablar de mi maltratada España, no. Deseo hablar de
algo que me aterra y en lo que, posiblemente por casualidad, caí hace dos días…
sí, hará dos días percibí por primera vez que a lo que se refiere el bueno de
Ortega resulta necesariamente extensivo al resto de los países, cuando menos,
de occidente. La prueba palpable y viviente es Mario Monti. Hoy expresidente de
facto de un gobierno ingobernable como es el italiano y con una economía tan
arruinada como la nuestra. Estoy conmovido, estoy consternado, rezo por el
planeta porque es ahora, justo ahora, cuando al fin comprendo que occidente no
tiene posible solución alguna. Es justo en estas circunstancias al eliminar de
la incógnita al aristócrata, desde el punto de vista etimológico de la palabra
(quien piense que me refiero a un marqués o conde que haga el favor de dejar de
leer mi blog, pues, este está pensado y escrito para seres con un C.I. superior
al de de las ranas), cuando resulta evidente que el ser humano no da más de sí,
al margen de país, creencia políticas o catadura moral.
No es posible pedirme
razonamientos al respecto, pues, si en una película suprimimos al especialista
que sustituye al protagonista en las acciones de riesgo, a nadie se le escapa
que el actor, lo más probable es que sufra un accidente. En política es igual…
A Mario Monti lo han eliminado porque los verdaderos políticos, el pueblo en
general, prefiere a cantamañanas charlatanes que a duras penas saben atarse los
cordones de los zapatos, pero eso sí, saben hablar y hacerse los simpáticos.
En España pasa igual…
Rajoy, Gallardón, no son más que políticos sin mucha idea de absolutamente
nada, pero es indiscutible que el Presidente ha sabido rodearse de tecnócratas,
gente experta, con conocimientos y capaces de solucionar, no hoy ni mañana pero
sí a medio plazo, los problemas de un país en quiebra como el nuestro. ¿Qué
hacemos sus compatriotas? Huelgas, manifestaciones y pretender ilegítimamente
derrocar, a un gobierno trabajador, por la vía directa. Y esta vía es la del
desgaste. Desgaste, desgaste y desgaste, igualito que a Mario Monti, igualito.
No hay solución, que decepción de mundo, que decepción.